09.05.2021
Te amo, labor cultural, pero me estás haciendo daño.
“Yo cuento las cosas como las veo,
pero qué pasa si resulta que estoy miope.”
En un artículo publicado en 1996, un corresponsal de The New York Times describió Oaxaca como un «epicentro artístico». Mi padre, oaxaqueño vallista, resume mejor esto en un chiste que dice que cuando levantas una piedra en Oaxaca, sale corriendo un artista (algunas veces hasta dos y últimamente también gestores).
Aclaro que no busco hacer un pretencioso recuento de las múltiples disciplinas que abandoné durante mi vida, más bien busco encontrar un lugar común entre todas ellas: nunca pagué un fregado peso por aprender o asistir a todos los talleres que tomé creciendo en Oaxaca, cosa que nunca me cuestioné hasta que me tocó estar a mí del otro lado, la contra-narrativa de este epicentro cultural, el lado que no toma los talleres o asiste a las exposiciones, sino que los imparte, los gestiona y ejecuta.
Hay que comprender que para acercarse a las ofertas culturales y museísticas existe una larga carrera de obstáculos geográficos, económicos, educativos y simbólicos.[1] Una carrera que, gracias a la cercanía y gratuidad de las instituciones en el estado, tiene pocos menos obstáculos que en otras partes del país. Entonces, como niños oaxaqueños, nos es muy fácil enamorarnos del arte, de la música, del teatro, de los libros, porque se mama en el estado día con día, donde si tus papás trabajan durante la tarde, la casa de la cultura era la opción para pasar el rato. Sin embargo, ya como trabajadores de la cultura este amor es ahora una relación tóxica.
Te amo, labor cultural, pero me estás haciendo daño.
Aunque ya hay algunas fórmulas que han desarrollado los artistas para posicionarse dentro del dark matter[2] de la cultura en Oaxaca como lo son la fórmula IAGO, el ser parte de la istmeñocracia o el foto-mural vectorizado en blanco y negro con la imagen de personas de escasos recursos pegados afuera del restaurante de moda (ustedes últimos ya párenle, pls). La realidad para muchos de nosotros, en mi caso como curadora, es que el campo laboral económicamente redituable en el estado es casi inexistente (simbólicamente redituable, pos hay pa’ aventar pa’rriba).
Si un proyecto no cobra, debe recibir insumos, patrocinios, o dinero de algún lado, ¿no? ¿Dónde hay dinero para que los trabajadores del arte sigamos laborando y así obtener lo necesario para vivir dignamente? Porque como cualquier empleo, el trabajo cultural debe pagarse.
La primera respuesta que se me viene a la cabeza, entendiendo mi educación cultural paternalista en relación a la cantidad de instituciones en la ciudad: el presupuesto de cultura. SECULTA recibe 180 millones 748 mil pesos al año.[3] De este presupuesto únicamente el 9% resulta en acciones de fomento cultural, el otro 80% se va en sueldos de funcionarios y el 11% restante, corresponde a gastos de operación.
Pero hace años no vemos ninguna iniciativa por parte de la Secretaría de Cultura que se vincule con la producción actual y la promueva. Hablo de la producción actual porque esta secretaría dedica fondos a una idea de la cultura que pertenece más a quienes nos visitan, que a quienes habitamos este estado (incluso durante varios años la SECULTA fue fusionada con la Secretaría de Turismo, SECTUR).
Oaxaca, para bien o para mal, vive del turismo y de una idea congelada por el exotismo del Oaxaca experience que se viste de lino para pasear por la ciudad y utiliza sombreros de gamuza en tonos terracota. Esta experiencia nos pide que no modifiquemos tradiciones, que nos presentamos a bailar cada lunes del cerro para los visitantes nacionales y extranjeros, como si el tiempo no transcurriese aquí; como si los pueblos no migraran o se cultivaran en nuevas prácticas, economías o intereses. Nos buscan porque pintamos con tierras, minerales, porque aquí hay iguanas, tehuanas y todo es muy barato. Tal vez eso nos está manteniendo vivos económicamente, ¿pero a qué costo?
Las propuestas artísticas contemporáneas producidas en Oaxaca no están siendo coleccionadas y aún menos financiadas. Las dos únicas galerías que realmente hacen el esfuerzo por posicionar a sus artistas trabajan en el sector de mayores de 40 años y, muy viciadamente, unifican la propuesta estética de su plástica con la visión del mercado exotizado que representamos en el extranjero.
Platicando con algunos colegas, se menciona que la gestión de modelos económicos mixtos y los patrocinios privados salvarán a los trabajadores de cultura y las artes de esta ciudad. Sobre ello tengo más dudas y conflictos que respuestas. Mientras tanto, apelo por la redistribución del dinero dedicado a promover la cultura con fines turísticos hacia el fomento de condiciones que permitan a las instituciones y a los espacios independientes seguir ofreciendo gratuidad y pagando justamente a quienes sostenemos esa posibilidad.
Desde mi trinchera, a punto de ser egresada, con dos trabajos en las artes, un emprendimiento de kombucha y dando clases de yoga, me pregunto si podré vivir de mis curadurías en algún momento, viviendo aquí, en la ciudad de Oaxaca. Me pregunto también si cuando llegue el siguiente censo Latinoamericano de Trabajadores del Arte podré responder que sí tengo contrato y estoy recibiendo seguridad social. O si tal vez me derrote el mercado y las ganas de seguir dedicándome al arte contemporáneo. Si me canse de estar en friega constante toda la semana con tal de seguir siendo trabajadora del arte, y me dedique al wellness zapoteca en esta ciudad a punto de perderse a sí misma entre el turismo. Mientras tanto, aquí estamos, tomando las calles con propuestas financiadas comunitariamente porque no cabemos en las instituciones de esta ciudad.
Resistir, resistir y resistir. ¿Y luego qué nos queda? La suma de todas las fuerzas.
Ana Rosas Mantecón, Barreras entre los museos y sus públicos en la Ciudad de México Culturales, vol. III, núm. 5, enero-junio, Universidad Autónoma de Baja California Mexicali, México, 2007, p. 79-104
Este término es utilizado por Gregory Scholette para describir “una esfera creativa poco iluminada y en gran parte excluida de las estructuras económicas y discursivas del mundo del arte institucionalizado.”
Dentro de esta pequeña investigación constaté que la pestaña de transparencia de su página está vacía, lol. Puedes consultar la información aquí.
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