Reportes - psicoanálisis surrealismo - Argentina
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13.08.2021
El curador y escritor Rafael Toriz entrevista a Gabriela Rangel a propósito de la muestra «Terapia» en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, una exposición que toma como punto de partida la influencia del psicoanálisis en el arte argentino y su establecimiento como un vector de modernidad en dicho país.
Nacida bajo la nefasta sombra de la pandemia, la muestra principal del MALBA, Terapia (en exhibición hasta el próximo 16 de agosto), ha sido uno de los eventos expositivos del año en Buenos Aires, que dadas las condiciones del mundo en general y la Argentina en particular, no ha podido ser calibrada en su justa medida —o al menos en correspondencia con el esfuerzo inmenso que la misma ha implicado. Proyecto principal de la gestión de la ex directora artística del museo Gabriela Rangel, la muestra fue curada por ella junto a Verónica Rossi y Santiago Villanueva, y reviste una importancia simbólica dado que se centra en la influencia del psicoanálisis en el arte argentino; un tema digno de una bienal que se organiza de manera transversalmente satisfactoria tratándose de una área problemática y cargada de sentido que demanda por naturaleza un planteamiento lo más desprejuiciado posible, o al menos sin tantas deudas adquiridas y visiones heredadas. Aunado al hecho de que prácticamente cualquier tema es objeto de encendidos debates en la Argentina, pocos resultan tan apasionantes como todo aquello que atañe al intrincado universo del psicoanálisis.
Rafael Toriz (RT): Como todo en la vida, resulta imposible pensar la muestra Terapia por fuera de los vaivenes políticos, sanitarios y la reducción de tránsito que origina la pandemia, sin embargo, lo primero que quisiera preguntarte, dada tu trayectoria y tu estancia en Buenos Aires, es por el lugar de América latina en tanto texto y escenario. ¿Sigue teniendo sentido dicho concepto en el presente? ¿Es pertinente hablar de un vínculo entre las distintas arenas culturales del subcontinente ?
(GR): ArteBA es una feria que con los años creció pero que cometió el error de ser la franquicia de Art Basel y gastar mucho dinero en eso. Ahora no se sabe muy bien qué va a pasar con ella, entró en una crisis institucional muy fuerte. Creo que fue la primera institución en Argentina sacudida por la pandemia aunada a la propia crisis de identidad.
(RT): Te preguntaba por América latina por tu condición de venezolana en el exilio, y es que al pensar en arte latinoamericano en cuanto a la relación entre Argentina y Venezuela resulta imposible no referirse a Marta Traba, la importancia de Caracas y los años de los petrodólares. Acercándonos a la muestra del MALBA, aparece la visita de Lacan a Venezuela en julio 1980, un año antes de su muerte. ¿Cómo llevas tu esa condición, la de ser una emigrada de un país que prácticamente ya no existe?
Por lo demás, para mi Marta Traba ha sido fundamental, ella fue la única persona que al llegar a la Venezuela cosmopolita, muy rica y despilfarradora montó una crítica estructural frente al modelo que se iba a caer (ella lo vio claramente), y creo que sus escritos tienen una dimensión impresionante hoy en día. Ella era una suerte de personaje innombrable porque criticó el canon que se estaba construyendo, llámese constructivista, arte abstracto, arte cinético o como gustes, pero era el canon nacional que acompañaba ese proyecto de urbanización rápida que no era una modernización orgánica sino más bien una petromodernidad, es decir, dependiente del estado filantrópico petrolero.
(RT): ¿Tienes alguna hipótesis respecto a ese olvido, a esa negación habida cuenta la preponderancia que tiene en una cultura como esta la permanente potencia del texto?
(GR): Creo que en el campo literario el surrealismo sí avanzó y siguió existiendo, pero en el campo de las artes visuales no porque en un momento dado, en los años cuarenta, les artistas que en ese momento estaban armando un discurso de vanguardia, entre elles Tomás Maldonado, decidieron separarse del surrealismo y abrazar una suerte de materialismo ligado a cierta racionalidad de posguerra, europea. El surrealismo no calzaba en ese esquema y creo que esa fue la aproximación que predominó al canon artístico nacional, hasta que en los años sesenta, en el Di Tella, el canon se despedaza, pero se despedaza internacionalmente, no solamente en el Di Tella, eso ya había ocurrido en las principales urbes del planeta: Inglaterra, Francia, Nueva York y México también. Es decir, estaban ocurriendo una serie de disidencias y movimientos contraculturales que de alguna manera erosionaron ese canon y por lo tanto se tuvo que ampliar en dirección a otros lugares nada cómodos. Hoy en día, creo que todavía vivimos de los ecos de ese momento revolucionario del arte, de los años sesenta y setenta, pero hasta esa fecha había prevalecido una especie de racionalidad que hacía que el surrealismo en Argentina no formara parte del debate, y ciertes artistas quedaron marginades, pero siguieron teniendo una red, que siguió estando viva. Y existió. Y existe. Nosotres conseguimos muchas obras a partir de esa red.
(RT): Es algo perceptible en Terapia. Más que una exposición parece una bienal, sobre todo por la cantidad, calidad y densidad de las obras, así como por los ejes que plantea, entre inéditos y transversales, al menos en la mayor parte de la muestra.
(GR): Esta muestra no se hubiera podido llevar a cabo sin la colección del psiquiatra, coleccionista y crítico de arte Mauricio Neuman (1924-2020), tristemente fallecido por coronavirus. Neuman llegó a tener una colección de arte de más 3 mil obras, más grande que la del MALBA, que da cuenta de momentos únicos, esenciales, del arte argentino del siglo XX. Es difícil que una sola persona tenga una mirada tan clara como la tuvo el doctor, quien publicó libros, formó parte de la Asociación Argentina de Críticos de Arte y exhibió hace varios años parte de su colección. Nosotres tuvimos acceso a su base de datos; quedé absolutamente impresionada por el universo que había construido. Ojo, no estoy diciendo que sea más o menos interesante que cualquiera de las variaciones del surrealismo internacional, que como sabemos tuvo momentos estelares en México y en el Caribe, pero creo que el tipo del surrealismo argentino está muy ligado a los cenáculos de un par de artistas, psiquiatras y psicoanalistas que de alguna manera explican la importancia que tiene el psicoanálisis en el país. Ambos, psicoanálisis y surrealismo, están ligados porque ambos son indagaciones sobre el inconsciente y la subjetividad. No por nada figuras tan importantes como Alejandra Pizarnik u Olga Orozco eran surrealistas, Cortázar mismo. Si hacemos un arqueo de las fuentes de las cuales abrevaron —el mismo César Aira, sin ir más lejos— testimonian esa red de la que hablaba. Se trata de una hipótesis que elaboramos a través de la exposición, no antes de ella.
(GR): El primer reto fue armar un discurso cuando todas las colecciones y todos los centros de investigación estaban cerrados. Por fortuna tuvimos el archivo del doctor Neuman, lo que nos permitió hacer solicitudes a la Fundación Espigas, a la Fundación Larivierere, al Museo Nacional de Bellas Artes y algunos otros particulares con la red que ya te mencioné, donde un artista llevaba a otro, y ese a otro. Así, poco a poco, como un tubérculo, fuimos de una pintura de Enrique Molina a un retrato de Aída Carballo. Lo que más sorprende es la cantidad de variables, la cantidad de obras. Neuman estaba fascinado, porque nadie le había pedido nunca ciertos materiales prestados.
(RT): A nivel personal, luego de tu más bien breve pero sustantiva estancia en la Argentina, quisiera saber con qué sabor de boca te quedas respecto al campo cultural porteño. ¿Crees que las condiciones son propicias para realizar otras exposiciones parecidas a Terapia, es decir, en tanto ciertos rescates o lecturas transversales que permitan una exploración de la complejidad de las autorrepresentaciones de sus mitologías?
(GR): Tanto Veronica Rossi como Santiago Villanueva, ambes del MALBA, son dos curadores que pueden hacer esas lecturas transversales, por capacidad pero sobre todo por el impulso de ir más allá, de eso que llamas “mitos locales”. Sin embargo, creo que el problema de la Argentina es que es un país muy literario, y todo lo literario permea la realidad, como sucede con el psicoanálisis, algo que se nota en el uso de lenguaje. Cuando uno habla es interpelado por un interlocutor que usa toda la jerga psicoanalítica y la metodología que le es propia, por eso dialogar en ese entramado resulta una experiencia agotadora. Por otro lado, es un país literario y tiene un culto a lo literario, entonces todo mundo lee: novelas, ficciones y poesía. Esto hace que cualquier dispositivo museístico tenga esos filtros, con lo cual todo es muy parecido, al menos en la manera en que la gente cura las exposiciones. El Museo de Arte Moderno, por ejemplo, ha desarrollado un modelo que es el del propio Museo, un lenguaje que está buscando cierta sintonía con el lenguaje internacional; el Sívori a su vez también tiene buenas aproximaciones, pero casi siempre son de un solo artista, otro detalle a considerar: en Buenos Aires les gusta mucho las exposiciones de un solo artista. Por lo demás y en general, otros espacios operan de manera bastante parecida.
(RT): Quisiera preguntarte por el lugar de la crítica, habida cuenta que, como sabemos, son tiempos mendaces para la crítica de arte, para la crítica literaria y para la crítica en general. Dijiste que este lugar es un lugar profundamente psicoanalítico y profundamente literario, y sin embargo se suele importar de manera bastante acrítica modas, gestos y perspectivas emanadas de un ethos colonial, con décadas de desfase pero de manera muy apasionada. Por eso te pregunto, ¿atribuyes tú a que en un lugar como Buenos Aires, donde el texto y el lenguaje tienen una evidente preponderancia y una centralidad innegable, exista más bien una importación acrítica de determinados esquemas y modelos?
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